Hoy conocerán lo mal que lo pasamos los actores en escena cuando ocurre algún accidente que entorpece la interpretación y cómo luchamos hasta el final por resolverlo de la manera más creativa posible. En la compañía Teatral Hubert de Blanck, durante una noche de representación de la obra “Las Brujas de Salem”, el muñeco de trapo con una aguja clavada, que desencadena el desarrollo de la trama, ha desaparecido en medio de la escena. Si quieres saber qué fue lo que pasó y cómo se solucionó, sigue conmigo.
Para ponerlos en contexto, les contaré que los hechos sucedieron a inicios del segundo acto de la obra, donde se expone la relación de John Proctor, un esforzado granjero de la zona, con su mujer Elizabeth Proctor, una dedicada madre de familia, a la que él le ha sido infiel con Abigail Williams, una joven hermosa y obstinada que trabajaba para ellos y se ha obsesionado con el amor de su antiguo patrón. La representación transcurría muy bien, con la entrega de siempre, pero es que todas las funciones no son iguales, y los actores que me lean saben bien de lo que hablo; la magia de esa noche era nueva. Nosotros sabíamos, solo de mirarnos como actores-personajes, que la cohesión que estábamos experimentando era muy disfrutable y especial, pero no todo es perfecto.


Nos ubicamos en el momento de la obra en que Elizabeth Proctor le reclama a su esposo una reciente mentira relacionada con Abigail, él le reclama también a ella por no confiar en su arrepentimiento y continuar acusándolo constantemente. Y en este momento de la trama, entra Mary Warren, y aquí es donde la cosa se pone interesante dentro de la obra y en la anécdota que les cuento, porque este personaje que ha entrado es la joven que trabaja para el matrimonio ahora, está llegando de la corte donde Abigail Williams, junto a otras muchachas, está liderando terribles acusaciones de brujería contra mujeres de la región, y con esto les quiero decir que la escena está muy tensa. Además, como Mary salió sin el consentimiento de su patrón, él está muy furioso.


Por montaje, el actor que interpreta a John Proctor tenía marcada una estudiada y cuidadosa cadena de acciones que incluían arrebatar y tirar al piso la cesta que trae la joven. Pero sucede que cuando ella se agacha a recogerla para buscar el muñeco que traía dentro, no lo encontró, y pasa que varios personajes que entran después tienen relación directa con ese objeto, ya que servirá de supuesta prueba de brujería en la región. Pues el muñeco de repente no estaba, así de simple, había desaparecido y los que estábamos dentro de la escena, al calor de la interpretación, no entendíamos qué podía haber ocurrido. La actriz que hacía de Mary, con los ojos como dos botones de broche, me miró desesperada y se acercó a mí con cara de espanto, diciendo su línea…”mire lo que hice para usted, señora Proctor…” y como si trajera algo entre las manos me entregó: el vacío. Yo sentí como en cuestión de segundos todo se detuvo, pensé que estaba en la Matrix, sentía que podíamos parar el tiempo o dormir a los espectadores como las hadas de la bella durmiente para resolver el problema y luego seguir el espectáculo. Pero nada de eso es posible en la vida real, y en el teatro no se para. ¡Nadie dice “¡corten!”! Cómo podía yo responderle… “es un lindo muñeco, gracias”… si no me estaba entregando nada y era evidente, pero lo dije. Luego me invadió un profundo temor y comencé a buscar, creía yo que disimuladamente dentro del personaje, el muñeco por el piso a mi alrededor. Al mismo tiempo, los actores que estaban en los hombros del escenario se preguntaban desesperadamente ¿dónde podía estar? ¿O si se había quedado en los camerinos? Y en caso de encontrarlo, ¿cómo podía alguien entrarlo?, ¿qué improvisar?

Pero por fortuna, dentro de la concepción de esta puesta, su director Fabricio Hernández, había determinado que los actores fungiéramos también como espectadores de la historia, y permanecieran algunos mirando la obra en el escenario. Entonces, cuando yo ya había empezado a inventar un horrible muñeco con un pullover que cosía en escena, y el actor que le correspondía entrar decía con firmeza a sus compañeros que él lo resolvería; como por arte de magia, vi que el personaje de Abigail, que estaba sentada en una esquina del escenario mirando la escena, se levantó como poseída, y con la sutileza de una bruja, caminó hacia el muñeco, lo recogió y se lo entregó a Mary, que por fortuna había continuado con su actuación. Aseguran los que estaban en el público que nunca se enteraron de lo ocurrido y pensaron que todo era parte del montaje de la obra; para ser honesta, quedó tan creíble que sentí deseo de llorar. Era una mezcla entre nerviosismo y emoción. Lo que sucedió en verdad es que el muñeco ¡voló, voló y hasta qué altura voló! como dice otro personaje de esta obra. Pero por esas cosas divinas que tiene la escena, la actriz que interpretaba a Abigail pudo ver cómo, mientras tiraban la cesta al piso, el objeto preciado se disparaba por los aires, como si de un despegue intergaláctico se tratara, y cayó justo detrás de una plataforma, donde habría sido imposible encontrarlo. Yo personalmente recordé ese día lo difícil que es hacer teatro y lo hermoso de hacerlo en un colectivo donde se trabaja tan unidos, con el mismo fin de contar y entregarles a través del arte maravillosas historias a ustedes.
Actores en escena durante la anécdota:
Jonh Proctor:Janse Lestegas
Elizabeth Proctor: Marcela García
Mary Warren: Heidy Hidalgo-Gato
Abigail William: Laura Delgado
Marcela García Olivera, actriz y directora cubana, ha dejado una marca imborrable en el mundo teatral. Formada en la Escuela Nacional de Arte y en el Instituto Superior de Arte, su influencia va más allá de los escenarios. Además de su destacada labor en la Compañía Teatral Hubert de Blanck, donde ha dado vida a diversos personajes en obras de renombre, Marcela también comparte su conocimiento como profesora en el Instituto Superior de Arte. Ahora, al unirse a nuestro equipo en CubaActores, su perspectiva actoral aportará una visión única y novedosa. Con su estilo natural y empático, cautivará a la audiencia y ofrecerá una lectura enriquecedora, especialmente para los amantes de la actuación.
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