La película “Fresa y Chocolate” es una de las obras más emblemáticas del cine cubano, dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío en 1993. La película, basada en el cuento “El lobo, el bosque y el hombre nuevo” de Senel Paz, cuenta la historia de dos hombres con ideologías y personalidades muy diferentes: David, un joven militante comunista, y Diego, un artista, religioso y homosexual obsesionado por la cultura universal.
Los actores Jorge Perugorría y Vladimir Cruz interpretaron a los personajes principales de “Fresa y Chocolate” con gran habilidad y sensibilidad, lo que contribuyó significativamente al éxito de la película.
La película es una oportuna y sensible apertura al complejo mundo de las relaciones interpersonales, prejuicios y necesidad de comunicación. “Fresa y Chocolate” ha sido galardonada con numerosos premios, incluyendo el Oso de Plata a la mejor película en el Festival de Cine de Berlín en 1994 y el Premio Goya a la mejor película extranjera de habla hispana.
Sin embargo, una escena en particular ha dejado una marca indeleble en la cultura cinematográfica cubana y ha sido aclamada como una de las más icónicas en la historia del cine cubano. En ella, Diego y David se abrazan en un gesto de amistad y aceptación que rompe barreras obsoletas que habían afectado profundamente a la sociedad cubana. Este abrazo simboliza la importancia de aceptar a los demás tal y como son, sin importar sus diferencias, y fue un importante paso hacia la igualdad y la libertad individual. La escena final de “Fresa y Chocolate” es un testimonio del poder del cine para retratar la realidad social y promover el cambio hacia una sociedad más justa.
La importancia de esta cinta no puede subestimarse. En un momento en que la discriminación y la intolerancia eran comunes en Cuba, “Fresa y Chocolate” presentó una historia que desafió los estereotipos y difundió un mensaje de aceptación y amor.
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